miércoles, 8 de septiembre de 2010

Hominidae

Perdido. En sí misma el Agua Madre
ha disuelto el animal prototipo, imaginario.


De las ramas de sangre caliente, las más altas
del Árbol Inhumano, yo fui el fruto distinto
y sin origen claro y visible del Edén terrestre.

Una noche entre infinitas noches que no olvido,
que no podré olvidar (¿cómo pude llegar a ser otro
y ser el mismo?), estoy sentado alrededor del fuego:
los dientes, las mandíbulas dominan mi rostro,
los ojos de grandes órbitas miran la noche.


Yo entonces no sabia - era inocente -
que la tierra de raudo giro estaba lista,
pero sin nombre aún, para que yo
iniciara mi historia ambigua y dolorosa.


Imperceptiblemente los huesos de mi cráneo
se abovedan (bella la expansión del cerebro
como la expansión del universo), que es
cuando interiormente mis dos ojos
es un vertiginoso descubrimiento de mí mismo,
se deslizan por un plano inclinado hacia la grieta,
alma, ombligo interior,
que es cuando siento desazón, angustia.
Vida, guardé mis muertos.

Estoy aquí y allá, en todas partes.
Lluvias sobre el grosor de los bosques, praderas;
cielos radiantes y fríos, cielos cálidos.
Mi piel cambia del blanco al rojo, al negro,
al amarillo; en lentas gradaciones profundas
(sin cesar) mi cara reproduce la cara de todos
y cada uno de los seres que vivieron,
que viven, que vivirán un día en este mundo,
que es cuando necesito expresarme, comunicarme,
y como esas fuentes de agua clara que se ven
en los paseos públicos de las grandes ciudades,
hablo con infinito anhelo a los astros herméticos,
que es cuando me brotan de la boca sin distinción
los idiomas de los hombres del mundo
en largos chorros surgentes,
y soy por piedad de mí todos los hombres.
Es un quehacer extraño que ya otros
han realizado bajo el incierto cielo antes que yo;
porque así pudiera mi sexo engendrar mundos y mundos,
es mi vida la que se extingue no mi muerte; el muerto
ha de seguir implacablemente muriendo en proporción
a la asombrosa correntada de noches y días
que emplea la Especie en nacer, prometer y cumplir.


Porque, oh coágulos astrales de la noche,
vidalita, oh tigre de los llanos,
si me quedara en cama (pa' no gastar
los días que me quedan) mudo, inmóvil;
si una mañana me afeitara con uñas y dientes
el pie de alto espejo absoluto: me punza
el enigma del ser; del semen, del óvulo.
Sepan los maulas que no hay
influencias literarias, al menos conciente,
lo que hay es una transmisión de poderes,
lo que hay es una remota y verídica herencia
como si fuera mi humano cuerpo un nudo más
(la creación continua) de energías divinas o no,
que unos llaman Amor: ebriedad natural, sexual,
primaveral; otros palabra de Dios; otros Azar :
urdimbre de fuerzas ciegas que modelan
en lo negro y vacío la realidad, la Esfera
y el Sueño.


Todo materialismo es pesimista.
¿En cuál última noción o valor te apoyarás,
mente melancólica?

Hugo Caamaño (1923) poeta argentino- De Obra Poética - Alción Editora - 2007

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