
Mientras Flaubert
presumio vaticinar para el arte
un pórvenir científico,
Nietzsche, a su vez,
presagiaba que la ciencia
desembocaría en el arte,
forzada, remedio último.
Ninguno acertó. Hubo que aguardar
por los que programarón que al llegar
el artista a los confines de su campo
se mordería la propia cola,
sometido a entrar en la historia
no por lo que es sino como documento.
Y dierón en el blanco. Divulgóse
desde entonces que el arte es arte
en tanto se alce en contra del arte,
y que la estética, desinteresada
de su viejo problema madre,
lo bello y su esencia,
tiene que limitarse ahora a rogar
que no experimentemos,
que solamente juguemos.
Melancólico devenir, si se piensa
cuánto de incitante e inocuo
resultaba,en suma,
discutir de la belleza.
Alberto Girri (1919-1991) de "Diario de un libro" (1972) Obra poética III -Ed. Corregidor
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