martes, 7 de diciembre de 2010

El cultivo del árbol de navidad

Existen diversas actitudes en relación con la navidad,
y de alguna de ellas podemos hacer caso omiso:
la social, la torpe, la manifiestamente comercial,
la bulliciosa (los bares están abiertos hasta la medianoche),
y la infantil, que no es la del niño
para el cual cada vela es una estrella, y el ángel dorado
desplegando sus alas en la copa del árbol
no es solamente un adorno sino un ángel.
El niño se maravilla ante el árbol de Navidad:
dejadlo que continúe con ese espíritu de maravilla
ante la Fiesta, como un evento aceptado no como un pretexto;
de modo que el luminoso enajenamiento, el asombro
del primer árbol de Navidad recordado,
de modo que la sorpresa, las alegrías de las nuevas posesiones
(cada una con su inconfundible y excitante perfume)
y la espera del ganso o del pavo, y el expectante momento de su aparición,
de modo que la reverencia y el gozo
no sean olvidados en las experiencias posteriores,
en la fastidiosa rutina, la fatiga, el tedio,
el conocimiento de la muerte, la conciencia del fracaso,
o en la piedad del converso
que pudiera teñirse de vanagloria
desagradable a Dios e irrespetuosa
hacia los niños
(y aquí recuerdo también con gratitud
a Santa Lucia, su villancico, su corona de fuego):
de modo que antes del fin, en la octogésima Navidad
(significando por "octogésima" la última,
cualquiera que sea),
los acumulados recuerdos de la emoción anual
puedan concentrarse en una gran alegría
semejante siempre a un gran temor, como en la ocasión
en que el temor llega a cada alma:
pues el principio nos ha de recordar el fin
y la primera venida la segunda venida.

T S Eliot , poeta ingles de origen estadounidense (1888-1965)
De Alberto Girri Poemas antología-Centro Editor América Latina -1982
Traducción Alberto Girri

No hay comentarios:

Publicar un comentario