lunes, 19 de marzo de 2012

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En el plano de lo estrictamente político
la desaparición de personas es una tragedia.
¿Quién diría lo contrario?

Salvo que quien dice eso
tergiversa los hechos. 

No debemos dejar a estas conciencias
elegir su lugar.
Ellos ocuparían el que creen merecer
y las migajas no serían suficientes
y susceptibles como están
ante los hechos que aturden
y la incomprensión
y los abandonos
y las traiciones
crearan la necesidad de una discusión
que no quisieron dar.

Aquí estamos preguntándonos por los cierto
no agotada nuestra capacidad de asombro.
Confiando en la frialdad de los números
sus mecanismos.
Escuchamos cómo patalean
como prefieren reducir las muertes
a cosas terribles
accidentes
a circunstancias extraordinarias.
Ellos aún, allí, son los dueños de la palabra.

Corresponde depositar nuestra confianza
en las vidas
de hombres y mujeres
que sabiendo las razones
resistieron el horror
en el aliento final
de un compañero
que soportaba las preguntas
porque sabía todas las respuestas.

                                                                                                      (2008)

Leído en la Jornada de “Escena y memoria” Teatro real /Sala Azucena Carmona - Córdoba- 3/ 2010







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