En el plano de lo
estrictamente político
la desaparición de personas es
una tragedia.
¿Quién diría lo contrario?
Salvo que quien dice eso
tergiversa los hechos.
No debemos dejar a estas
conciencias
elegir su lugar.
Ellos ocuparían el que creen
merecer
y las migajas no serían
suficientes
y susceptibles como están
ante los hechos que aturden
y la incomprensión
y los abandonos
y las traiciones
crearan la necesidad de una
discusión
que no quisieron dar.
Aquí estamos preguntándonos
por los cierto
no agotada nuestra capacidad
de asombro.
Confiando en la frialdad de
los números
sus mecanismos.
Escuchamos cómo patalean
como prefieren reducir las
muertes
a cosas terribles
accidentes
a circunstancias
extraordinarias.
Ellos aún, allí, son los
dueños de la palabra.
Corresponde depositar nuestra
confianza
en las vidas
de hombres y mujeres
que sabiendo las razones
resistieron el horror
en el aliento final
de un compañero
que soportaba las preguntas
porque sabía todas las respuestas.
(2008)
Leído
en la Jornada de “Escena y memoria” Teatro real /Sala Azucena Carmona -
Córdoba- 3/ 2010
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