Por las calles gastadas del suburbio
la luz huye de mí como una virgen,
siempre hacia el este siempre hacia el mar,
lejos de la república que odio.
Estoy hambriento, sudado, tembloroso.
Deseo descansar, salvar mi cuerpo.
Nada interesa a mi alma como salvar su cuerpo.
Cuando él ascienda hacia los cielos
desde cualquier ciudad, desde una plaza;
cuando mi boca chupe los pezones
de la Virgen Maria;
cuando la inmortalidad no sea un sueño,
una intuición, entonces moriré.
Mientras tanto me niego. Me resisto.
Voy a seguir viviendo en la argentina,
voy a seguir aquí, de pieza en pieza,
furioso, melancólico, intratable.
Este es mi lote, lo que a mí me tocó.
Esta triste república es mi esposa,
y aúnque la odio, sin ella nada soy,
y sólo en ella puedo engendrar
toda la eternidad de carne y hueso
que reclaman mis órganos hambrientos.
Hugo Caamaño (1923) poeta argentino. De Obra Poética - Alción editora (2007)
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